Estudios de Lingüística Aplicada

Nadiezdha Torres Sánchez. La evidencialidad de las lenguas indígenas americanas. Un enfoque areotipológico. México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2013. 176 págs. (Colección Lingüística, serie Logos)

Por Micaela Guzmán Morales

Instituto Nacional de Antropología e Historia, Dirección de Lingüística

Una estrategia comunicativa de gran importancia tiene que ver con indicar la fuente de la información que se proporciona al interlocutor. En la vida cotidiana, los hablantes de lenguas como el español utilizamos una serie de fórmulas que cumplen esta función: supongo, dicen, oí que, entre otras (Aikhenvald, 2003). Por otra parte, como afirma Wachtmeister (2005: 1),

 

los periódicos, por poner un ejemplo, han elaborado a través de la práctica fórmulas específicas que aluden al origen de la información impresa: “según dejaron trascender fuentes oficiales”, “información de primera mano”, “fuentes confiables”, etcétera. El discurso científico, por su parte, posee toda una batería de estrategias para indicar las fuentes, desde el uso de las comillas hasta un complejo sistema de referencias, como “(Henderson, 2005: 352)”, etcétera.

 

En este sentido, sostiene Aikhenvald, cuando hacemos una declaración, la especificación opcional de la fuente de información a través de medios léxicos es probablemente algo universal, pero la expresión de la fuente de información a través de una categoría gramatical está restringida a un número menor de lenguas.

La evidencialidad es una categoría gramatical que tiene la fuente de información como su significado primario –es decir, si el narrador realmente vio lo que está describiendo, si hizo inferencias basadas en alguna evidencia, si se lo contaron, etcétera (Aikhenvald, 2006: 320). O, en palabras de Bybee (1985: 84), se trata de las marcas gramaticales que indican la fuente del conocimiento de la información de la proposición del hablante.

El tema de la fuente de la información como un aspecto gramatical obligato­rio fue abordado ya en el siglo xx, en los albores de la lingüística como ciencia, por Boas (1911, 1938) y Sapir (1922), aunque el término evidencialidad fue introducido por primera vez por Jakobson en 1957. Sin embargo, es más recientemente cuando este tema cobra importancia para un mayor número de lingüistas. Los trabajos más destacados sobre el particular son el de Chafe y Nichols (1986), Willet (1988), Johanson y Utas (2000), Aikhenvald y Dixon (2003) y Aikhenvald (2004). Este último es, quizá, el trabajo tipológico más grande sobre el tema; en él, Aikhenvald examina más de 500 lenguas del mundo en relación con la evidencialidad desde varios puntos de vista, incluyendo la interacción con otras categorías gramaticales, así como sus alcances cognitivos, comunicativos y culturales.

Es en este marco como se gesta el libro La evidencialidad de las lenguas indígenas americanas. Un enfoque areotipológico. En este trabajo, Nadiezdha Torres revisa 204 lenguas indígenas de América y nos embarca en la aventura de conocer cómo funciona la evidencialidad y de qué manera se expresa en las lenguas de este continente. Sus grandes objetivos son “establecer el abanico de fuentes de información, identificar los tipos de sistemas, esclarecer su estabilidad genética y mapear la difusión continental del rasgo” (p. 11).

El libro está compuesto de cinco capítulos y un apéndice de datos; incluye también una vasta colección de mapas. La temática de los capítulos está dispuesta de manera que permite al lector ir adentrándose en los diferentes aspectos involucrados con la evidencialidad.

En el primer capítulo, “La verdad”, se aborda este tema desde el punto de vista filosófico sin omitir el enfoque lingüístico. Si la evidencialidad compromete al narrador a dar cuenta de la fuente de aquello que afirma, entonces su vinculación con el grado de certeza es casi una consecuencia. En este capítulo se destaca una de las propiedades del lenguaje, a saber, la prevaricación. Según Hockett (1962 [1958]), esta tiene que ver con que los mensajes lingüísticos pueden ser falsos y, en este sentido, se constituye como una característica privativa del lenguaje humano. No obstante, se describen también algunos ejemplos que nos muestran que en los reinos animal y vegetal también es factible mentir, entre ellos encontramos el mimetismo, así como un número de conductas desarrolladas para engañar. Así, a continuación Torres inserta una breve reflexión sobre la mentira, desde Diógenes hasta la modernidad, pasando por la Biblia, San Agustín y Santo Tomás. El concepto de verdad tiene un tratamiento más profundo, de manera que se dan varias definiciones filosóficas sobre este. Se inicia con los griegos, los hebreos y los escolásticos para continuar con Kant, Hegel, Husserl, Heidegger y Nietzsche, entre otros autores. Por último, la autora examina la diferencia que existe entre los términos creer, saber y conocer y concluye que está en mucho fundamentada en el tipo de evidencia disponible. Una creencia puede tener grados de seguridad en relación con sus razones, donde el mayor grado sería la certeza. Así, saber sería creer algo por razones objetivas, y son objetivas si son suficientes para cualquier miembro de la comunidad epistémica (Villoro, 2002); por el contrario, el conocer se fundamenta en la experiencia personal más que en la justificación social y, por lo tanto, la evidencia es más directa. El uso discursivo de estos términos parece obedecer, entonces, al grado de certeza que acompaña a nuestras afirmaciones.

El segundo capítulo, “Evidencialidad”, está dedicado a describir exhaustivamente este concepto e inicia con sus antecedentes históricos. La autora nos remite al primer acercamiento que se da en las gramáticas misioneras en tierras americanas. Estas gramáticas estaban influidas por la obra de Nebrija y seguían el modelo grecolatino; en consecuencia, se pensó que eran susceptibles de omitir los rasgos que no existían en las lenguas europeas, como el de la evidencialidad. Sin embargo, algunas de estas descripciones sí abordan este fenómeno gramatical, por ejemplo la Gramática o Arte de la lengua general de los indios de los reynos del Perú de fray Domingo de Santo Tomás (1560),1 la Gramatica y arte nueva de la lengva general de todo el Perv, llamada lengva Qquichva, o Lengva del Inca de fray Diego González Holguín (1607)2 y el Arte de la lengua Aymara del padre Ludovico Bertonio (1603).3 En estos trabajos si bien no se le dedica un apartado especial, ya se le da el significado de lo que hoy se denomina como evidencial.

Después de revisar la definición de los evidenciales, se enumeran los diferentes tipos de evidencialidad (Willett, 1988), siendo esta de dos tipos, directa e indirecta. La directa o atestiguada puede ser visual, auditiva o bien apropiada por otros sentidos; la indirecta puede ser reportada o inferida. También se presenta la propuesta de Aikhenvald (2004), que considera cuatro tipos de sistemas, a saber, 1) sistemas con dos opciones: i) primera mano vs. no primera mano, ii) no primera mano vs. todo lo demás, iii) reportada vs. todo lo demás, iv) evidencia sensorial vs. reportada y v) auditiva vs. todo lo demás; 2) sistemas con tres opciones: i) directa (visual), inferida, reportada, ii) visual, no visual, inferida y iii) visual, no visual, reportada; 3) sistemas con cuatro opciones: i) visual, no visual, inferida, reportada, ii) directa (o visual), inferida, suposición, reportada y iii) directa, inferida, reportada, citativa, y 4) sistemas con cinco opciones: i) visual, no visual (sensorial), inferida, suposición y reportada. La autora considera que la propuesta de Aikhenvald parece completa, pero cree que la opción ‘todo lo demás’ es problemática. De ahí que prefiera utilizar una clasificación que retoma elementos de las anteriores: 1) Evidencia directa: i) visual y ii) no visual (suele ser auditiva) y iii) sin especificación; 2) Evidencia no directa: i) reportada, ii) inferida, iii) suposición y iv) sin especificación.

Ahora bien, como ya hemos expresado, la evidencialidad puede valerse de diversos mecanismos que van desde el uso de construcciones sintácticas hasta los afijos. En el segundo capítulo también se abordan tales mecanismos. En el nivel sintáctico pueden encontrarse verbos de percepción como núcleos de los sintagmas que expresan evidencialidad. Se introduce aquí la clasificación de Rogers (1976) de los verbos de percepción: 1) verbos cognoscitivos (no agentivos: oír, ver, oler, sentir y saborear), 2) verbos activos (agentivos: escuchar, mirar, olfatear, tocar, probar) y 3) verbos de intercambio (estativos que requieren de un adjetivo como complemento: sonar, parecer, oler a, saber a, etcétera). Se informa que de las tres clases, quizá los verbos de cognición sean más típicos para expresar la evidencia directa, Aliocha llegó tarde, yo lo vi; por otra parte, el verbo escuchar / oír se utiliza en la evidencia reportada, Escuché que Julio entró al doctorado, o incluso, los verba dicendi suelen producir estructuras de habla reportada. En el nivel léxico están los adverbios que expresan un grado de certeza: ciertamente, evidentemente, posiblemente, probablemente, etc. También están los afijos o partículas que son formas gramaticalizadas o en proceso de gramaticalización que expresan evidencialidad, lo cual nos lleva a otro de los temas desarrollados en este capítulo: el origen de los evidenciales. Se dice que es posible que provengan de la gramaticalización de verbos de discurso y de percepción, o bien de morfemas deícticos, modalidades, tiempos pasados, aspectos perfectivos, participios y nominalizaciones, así como de reinterpretaciones de complementos del discurso y construcciones copulativas.

También se aborda el hecho de que los morfemas de evidencialidad pueden indicar otras categorías gramaticales, como son persona, número, género, tiempo o aspecto. O bien, pueden tener adicionalmente significados relacionados con la actitud del hablante hacia lo que se está transmitiendo, por ejemplo, respeto; a estos significados adicionales se les ha llamado extensiones epistémicas (Aikhenvald, 2004). Finalmente, otro rasgo adicional es la admiratividad, esto es la marca lingüística de una expresión que conlleva información nueva o inesperada para el hablante, y se describen las tres vías por las que esto puede suceder.

En el tercer capítulo, “Campo de acción”, se describe precisamente el campo de acción de los evidenciales, que está vinculado de manera directa con la modalidad, es decir con las opiniones y actitudes del hablante hacia la proposi­ción (Lyons, 1977), las cuales pueden llegar a gramaticalizarse. Diferentes autores proponen diversos tipos de modalidad; algunas de estas propuestas se detallan en esta sección. Relevante para efectos de la evidencialidad es la llamada modalidad epistémica, puesto que se trata de un sistema modal que indica el grado de compromiso del hablante con lo que dice. El sistema se divide en dos subsistemas: juicios y evidenciales (Palmer, 1991). Esta distinción da lugar a tres tipos de lenguas: sistemas puros de evidenciales, sistemas puros en cuanto a juicios y sistemas mixtos. Sin embargo, es muy difícil distinguir en una lengua cuándo una marca es meramente evidencial y cuándo se trata de un juicio. Ello ha inclinado a los estudiosos de la evidencialidad a considerarla como una categoría independiente de la certeza y el compromiso del hablante, sin negar que pueda existir un vínculo con la modalidad epistémica. Además, De Haan (1999) sostiene que no hay una relación uno a uno entre evidenciales y grados de certeza y que las razones son tanto semánticas como sintácticas, amén de que el origen gramatical de ambos es distinto. Desde la semántica se observa que mientras los evidenciales solo reportan la fuente, los modales epistémicos la valoran; desde la sintaxis se ha constatado que unos y otros tienen comportamientos distintos ante, por ejemplo, la negación. También se ha vinculado los evidenciales con la deixis, pues se ha dicho que tienen origen a partir de los deícticos. Si consideramos que la deixis tiene la función de poner a un enunciado en relación con el momento y el lugar de enunciación, así como con los participantes del evento comunicativo, es fácil comprender por qué se ha supuesto el vínculo; adicionalmente, hay lenguas que permiten constatar la ruta de gramaticalización de los deícticos en evidenciales.

El capítulo cuarto se denomina “La muestra y la tipología”. La muestra se conformó con 204 lenguas del continente americano; se trata de un muestreo de conveniencia por cuotas que permite una representatividad equilibrada de lenguas del universo posible. Dados los objetivos que se persiguen con la investigación, las cuotas utilizadas fueron la genética, la tipológica y la areal. De las 204 lenguas, 85 no tienen evidenciales y 119 sí, es decir que un 58.3% son lenguas que cuentan con sistemas de evidenciales gramaticales; el resto de la exposición se concentra en estas. Tales lenguas pertenecen a 45 de las 193 familias que Smith-Stark (2000) asigna al continente; 53 lenguas corresponden a Norteamérica, 13 a Mesoamérica y 53 a Sudamérica. Además, se distribuyen en 27 de las 35 áreas culturales (Barriga, 1998, 2005). Las lenguas con evidenciales tienen una marcada preferencia por el orden so, aunque también están representadas las de orden os, además de que el orden sov agrupa más lenguas que los otros cinco órdenes posibles.

Para conformar la tipología, se consideró en primer término el carácter directo (Dir) o no-directo (No-Dir), dando lugar a tres tipos: Dir, No-Dir, Dir/No-Dir. En segundo término, buscando mayor especificidad, se hicieron subclasificaciones. Para el tipo Dir, se subcategorizó la evidencia en: visual (vis), no-visual (no.vis) y sin especificación (sin.esp); para el tipo No-Dir, se consideraron como parámetros las formas de acceder a la información: reportada (rep), inferencial (inf), suposición (sup) y sin especificación (sin.esp). En la Tabla 1 se presentan los tipos más destacados, no sin hacer notar que las otras combinaciones posibles o son inexistentes o tienen muy poca representatividad en la muestra.

 

Tabla 1. Tipos preferidos en las lenguas de la muestra

Tipo directo

Tipo no-directo

No-Dir rep

41 lenguas

Dir sin.esp

26 lenguas

No-Dir rep inf

33 lenguas

Dir vis no.vis

13 lenguas

No-Dir rep inf sup

16 lenguas

Dir no.vis

8 lenguas

No-Dir sin.esp

13 lenguas

No-Dir inf

9 lenguas

 

 

En el apartado final de “Conclusiones”, Torres destaca que para el continente americano se corrobora la proporción de lenguas con evidencialidad morfológica que con anterioridad De Haan (2005) encontró para una muestra mundial: 58.3% y 56.6%, respectivamente. De las 119 lenguas con evidenciales gramaticales, 77% indican la fuente de información por medio de afijos verbales o clíticos y 33% por medio de partículas, confirmando que aquella es la estrategia más común. La evidencia directa se marca en 45% de las lenguas, en las que el subtipo más usual es ‘sin especificar’; por otra parte, 118 lenguas marcan la evidencia no directa, siendo la más frecuente la evidencia reportada. Estos datos confirman que la evidencia directa visual es menos marcada. Los tipos más productivos son No-Dir y Dir/No-Dir, de estos Norteamérica –incluyendo a Mesoamérica– tiene un mayor número de evidencia no directa, mientras que en Sudamérica hay un mayor número de sistemas complejos que marcan evidencia directa y no-directa. Se reportan solo dos casos de difusión del rasgo y se identifican tres áreas de convergencia (California en Norteamérica y en Sudamérica la zona del Vaupés y la costa del Pacífico donde convergen Colombia, Brasil y Perú). Se afirma que la evidencialidad es un rasgo estable y frecuente.

En el apéndice de datos aparecen las lenguas con evidencialidad morfológica; su arreglo obedece al orden de la Nómina de lenguas indoamericanas de Smith-Stark (2000). Para cada lengua se especifica la familia a la que pertenece, el orden de constituyentes, el área cultural y las fuentes consultadas, así como el tipo al que pertenece; posteriormente se presentan los morfemas, clíticos y/o partículas que la lengua utiliza para marcar los evidenciales, agrupados según los tipos de evidencia que use la lengua en cuestión.

 

 

Comentario final

 

La evidencialidad es un campo de investigación relativamente joven, por lo tanto, las aportaciones que se hagan sobre esta área de la lingüística resultan muy importantes y novedosas por varias razones. En primer lugar, la expresión de la fuente de información codificada gramaticalmente es una característica que ha sido abordada en las descripciones de las lenguas que la poseen, sin embargo, no siempre ha sido descrita puntualmente como evidencialidad gramatical; el trabajo de Nadiezdha Torres retoma esas aportaciones y las encuadra dentro de un marco teórico que permite su mejor dimensionamiento. En segundo lugar, se propone la definición de parámetros de variación translingüística que dan lugar a un marco tipológico de la evidencialidad; es decir, se recopila información empírica de un número importante de lenguas y se propone una serie de tipos, de acuerdo con los rasgos evidenciales que contiene cada lengua, lo cual permite revisar su estabilidad genética y la difusión areal del rasgo. En tercer lugar, dentro del texto se hace una revisión de los escritos de corte teórico sobre la evidencialidad y sus componentes, poniendo a disposición del lector una panorámica muy completa, la cual difícilmente sería accesible si no mediara un trabajo de compilación y análisis como este. En general, la redacción es clara y permite adentrarse con agilidad en las temáticas particulares; lo mismo sucede con el uso de tablas o diagramas, que se presentan atinadamente para ilustrar algunos aspectos. En este tipo de trabajos, la utilización de ejemplos en el momento oportuno permite al lector tener claridad acerca de los elementos teóricos que se van exponiendo y esto se logra sin duda. La bibliografía es extensa y actualizada; es evidente que hubo énfasis en revisar los trabajos anteriores más importantes sobre el tema. Adicionalmente, haber trabajado con una muestra original de 204 lenguas nos habla de la importante revisión bibliográfica que se llevó a cabo para lograrla, pues en muchos casos la documentación de una lengua requirió más de una fuente bibliográfica. Por último, la inclusión de los mapas que conforman el segundo apéndice es de capital importancia, pues permite visualizar el comportamiento de las lenguas en el continente americano, así como en zonas específicas de este.

Bibliografía

 

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Willet, T. (1988). A cross-linguistic survey of the grammaticization of evidentiality. Studies in Language, 12: 51-97.

 

notas

 

1 Fray Domingo de Santo Tomás (1994 [1560]). Gramática o arte de la lengua general de los indios de los reynos del Perú. Estudio y transliteración de Rodolfo Cerrón-Palomino. Madrid: Ediciones de Cultura Hispánica / Agencia Española de Cooperación Internacional (originalmente impresa en Valladolid por Francisco Fernández de Córdoba. Impresor de la M. R.).

2 Fray Diego González Holguín (1607). Gramatica y arte nueva de la lengva general de todo el Perv, llamada lengva Qquichva, o Lengva del Inca, impresa en la Ciudad de los Reyes del Perú por Francisco del Canto Impresor.

3 Ludovico Bertonio (2006 [1603]). Arte de la lengua Aymara. Arequipa: Ediciones El Lector. (Originalmente impresa en la Casa de la Compañía de Jesús en Juli Pueblo en la Provincia de Chucuito, por Francisco del Canto).

 

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